(A veces parece que es para mucho y luego no es para tanto I)
Anoche volvieron a faltar las fuerzas, y parece que la flaqueza regresó para ser mi peor enemiga. Cuando vi salir a aquel hombre del bar con gabardina gris y gafas negras me extrañó… eran las 5 de la mañana y hacía calor, mucho calor. ¿Quién sería? ¿Dónde iría?; es más, ¿por qué nadie lo miraba? Iba por la sexta copa de ginebra, quizá era hora de desconfiar de lo que veían mis ojos, y de los hombres con gabardina gris.
En aquel momento recordé mi viaje al amazonas. Hacía tiempo que no reflexionaba sobre aquello, como si quisiera borrarlo de mi mente, ya sabéis. La ruin estrategia del escapismo. Pero últimamente pensaba mucho en él, en el mosquito, en mi compañero de canoa, y en la red para los peces. Aunque me doy cuenta de que ya me da igual. Definitivamente demasiada ginebra, demasiado garrafón. ¿Por qué aquel hombre de gabardina gris me habría hecho recordarlo? Como me dijo aquel ciego en la puerta de Buckingham Palace, desconfía de las personas que se ocultan tras unas gafas de sol. Yo siempre llevo gafas de sol.
La corriente del río cada vez tomaba más fuerza y la picadura de mosquito me seguía doliendo. Rodeada de una belleza extraordinaria de árboles frondosos y animales que nunca jamás pude ni imaginar, yo sólo era capaz de pensar en el mosquito. Desconfía de las personas que se ocultan tras unas gafas de sol. Me las había dejado en la cabaña, no podía esconderme y fue por eso que me tapé con la red de pescar. Mi compañero de canoa sigue pensando que la usé siguiendo sus normas. No es cierto. Estúpidas normas. Mi red de pescar es otra cosa, cumple otro objetivo. Mi red de pescar me sirvió para esconderme, a mí y a todos los gritos que aún hoy salen de mi boca todavía cerrada. A veces parece que es para mucho y luego no es para tanto. Aunque me doy cuenta de que ya me da igual.
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