miércoles, mayo 24, 2006

UNA HISTORIA CUALQUIERA


Carlos tenía 13 años, y acababa de salir de clase de matemáticas. Llevaba su mochila verde con un montón de libretas de cuadros dentro, y un estuche enorme pintarrajeado de su equipo de fútbol favorito. Hoy había sido el primer día que el profesor les había enseñado a usar el compás.
El timbre había sonado y todos se levantaron corriendo, y Carlos había sido, como siempre, el primero en salir de clase. Esperaba a su abuela en el poyete que había en frente de su edificio y así veía salir a Laura, una niña de 13 años con sonrisa metalizada que llevaba tiempo haciéndole perder la cabeza.

Laura estudiaba el mismo curso que él, pero estaban en distintas clases… sólo coincidían en Gimnasia, compartiendo la pista de fútbol. Él la miraba y pensaba que nunca podría conocer criatura más perfecta que ella; era delicada, olía bien, sonreía mucho y a la vez bajaba la cabeza como si algo de inseguridad adolescente ya se viera en su mirada. Carlos la amaba, pero había un problema… él era bajito. Nuestro protagonista todavía no había pegado el estirón, y ella, más crecidita que él para su edad, como casi todas las niñas, ya era alta.

Todas las tardes, cuando su abuela le recogía del colegio, Carlos le preguntaba abuela, ¿cuándo se pega el estirón?, porque él lo tenía todo planeado. Cuando creciera, se acercaría a Laura y le diría que si quería ser su novia, que era la chica más bonita que nunca había visto.

Llegó el verano y, por fin, Carlos pegó el estirón. A la vuelta de vacaciones, él se sentía mucho más seguro. Ahora había una ligera sombra oscura en vez de un bigote que no le gustaba mucho, pero ya era alto. Por fin, lo había conseguido, ya era lo suficientemente bueno como para estar, nunca mejor dicho, a la altura de Laura.

El primer día de clase estaba perfectamente calculado… si Laura seguía sin estar en su grupo, en el recreo se acercaría a hablar con ella, y sacaría cualquiera de las 50 conversaciones que había estado ensayando durante todo el verano. Al llegar, vio un corro de niñas riéndose y diciendo Laura tiene novio, Laura tiene novio. Se quedó helado, petrificado, hundido. Al girar su cabeza vio a Laura de la mano de un chico… que era bajito. Era bajito. ¿Cómo podía ser? ¿A Laura no le importaba que los chicos fueran bajitos? ¿Tantos años esperando el estirón, y ser bajito no era un problema?

Carlos aprendió una gran lección.
Carlos se sintió gilipollas.