VUELTA A LA PESADILLA LABORAL

Jueves de vuelta al trabajo… y me ha sentado fatal, pero a estas horas ya empiezo a acostumbrarme.

Mi día empezó anoche con un insomnio que me hizo terminar el libro que me estaba leyendo (El puerto de los aromas; no está mal), empezar otro (Helena, Helena, amor mío; de la Guerra de Troya, tiene buena pinta), engancharme a un capítulo de South Park allá por las 2 de la mañana en Paramount Comedy y, al final, sumergirme en el mundo de Hablar por Hablar, con Paqui Torres… el tema estrella de anoche era un chico que mantenía a sus dos hermanos que vivían a 100 kms de él (por lo visto los hermanos le llamaban en plan “falta comida en la nevera”, y el tío les hacía la compra!), a su novia, que estaba embarazada y le decía que ella se negaba a cambiar un pañal, que del futuro baby se encargaba él, y con una hija de su primer matrimonio… los mantenía a todos, trabajaba 12 horas diarias y no podía más… Vaya tela. Entonces supongo que me relajé ante el triste desahogo de “mal de muchos consuelo de tontos” y caí rendida allá por las tres de la mañana. Pocas horas después sonó el despertador y volví a la pesadilla laboral.

8 de la mañana en la puerta de la nueva oficina, y sin llave para poder entrar. Antes de irme de vacaciones mi jefe me dio una copia de las llaves, porque esta semana estoy sola trabajando, y la de la puerta principal no funcionaba (la empresa está ubicada en un edificio de oficinas alquiladas con recepción en común, pero hasta las 9 no está la secretaria-recepcionista). Volví donde mi jefe hizo la copia para decirle al chico que estaba mal, y muy amablemente la volvió a hacer; pero la amabilidad no soluciona la incompetencia, y cuando volví a la oficina la llave seguía sin abrir. Con todo el calor murciano volví a dirigirme al templo de la ineptitud y le expliqué que seguía sin funcionar… la volvió a hacer, volví a la oficina, volví a intentarlo, volví a desesperarme… no abría. ¡NO ABRÍA! Así que mi jefe me dijo que se encargaría él de volver a hacer la copia y me la dejaría en la mesa. Una vez más, no ha hecho lo que dijo.

Para hacer tiempo, tenía tres largos cuartos de hora por delante hasta las nueve, y mucho sueño acumulado, he ido a tomarme un café a un sitio muy chulo (Del Gallo Blues) que, para mi suerte, estaba cerrado. Ante la necesidad de un chute de cafeína en forma de solo doble con hielo, he tenido que ir al único sitio al lado de la oficina que estaba abierto… porque nunca cierra: un tanatorio. Sí, el Tanatorio de Jesús. Intentando no verme envuelta en el ambiente de coronas funerarias y caras tristes, me he sentado en la barra con mi deseado café y el periódico. Empezaba a relajarme cuando, de repente, ha empezado a sangrarme la nariz. Y me ha dado la risa porque ya era lo que me faltaba para empezar el día, ¡y sólo eran las ocho y media de la mañana! Cuatro clínex después he pagado y me he ido a la oficina; la secretaria-recepcionista me ha abierto la puerta y me he metido en mi sede-habitáculo empresarial. Y hasta ahora.

Tengo trabajo pendiente que terminar antes de irme a China, pero no lo puedo hacer. Mi jefe, maravilloso y cumplidor a la par que inteligente donde los haya (evidentemente esto es ironía) tenía que dejarme la información necesaria para hacer un dossier a un par de empresas, pero como ya bien habéis adivinado, no lo ha hecho. Y no coge el móvil. Y con cara de tonta estoy aquí sentada delante del ordenador… ¿Entendéis ahora por qué practico tanto el blogging?